El spa estaba cerrado al público, pero un amigo que trabajaba allí me invitó a disfrutarlo después de horario. Las luces eran tenues y el aire estaba impregnado de aromas relajantes. Caminé hacia la zona de sauna y encontré a Isabel, envuelta en una toalla blanca, sentada en un banco de madera.

—No sabía que ibas a estar aquí —dijo, con una sonrisa traviesa. Me senté a su lado, sintiendo el calor húmedo envolviendo nuestros cuerpos.

Conversamos un momento, pero el contacto de su rodilla rozando la mía hizo que la temperatura subiera por razones ajenas al vapor.

Se inclinó para susurrarme algo y su mano rozó mi muslo. El gesto fue tan intencional que me acerqué y la besé. El calor de sus labios se mezclaba con el del ambiente.

Su toalla se aflojó y cayó, revelando su piel perlada de sudor. Mis manos recorrieron sus curvas, sintiendo cada gota resbalar por su cuerpo.

Se arrodilló frente a mí, liberando mi erección y llevándola a su boca. El contraste entre el calor del vapor y el calor de su lengua me hizo gemir.

Sus movimientos eran lentos y profundos, disfrutando de cada reacción que provocaba. Me detuve antes de llegar al límite y la atraje hacia mí.

La recosté en el banco y aparté sus piernas, besando su intimidad con avidez. Su sabor se mezclaba con el aroma a eucalipto, creando una experiencia casi hipnótica.

Su primer orgasmo llegó con un gemido ahogado, mordiéndose el labio para contenerse.

La levanté y la llevé contra la pared de madera, penetrándola lentamente mientras el vapor nos envolvía como una nube.

Isabel apoyó la frente en mi hombro, jadeando. Mis manos recorrían su espalda y sus caderas, marcando el ritmo.

Aceleré, sintiendo cómo su cuerpo respondía, y su segundo orgasmo llegó con un suspiro profundo y temblor en las piernas.

Yo no aguanté más y me derramé dentro de ella, manteniéndola contra la pared unos segundos más.

Nos quedamos en silencio, respirando agitados, con el vapor ocultando nuestras figuras.

Se envolvió de nuevo en la toalla y me guiñó un ojo: —Creo que deberíamos venir más seguido, aunque no esté abierto.

Salimos juntos, con el calor del sauna todavía grabado en la piel y en la memoria.