Me llamo Lady, tengo 23 años y estudio Química en una universidad privada. Siempre fui una estudiante dedicada, enfocada en mis estudios y en mi futuro, pero la noche que viví con mis dos grandes mejores amigos, Jackson y Walter, cambió para siempre mi forma de entender el placer y la entrega. Después de 3 semanas agotadoras de exámenes, decidimos celebrar con una pequeña fiesta en el apartamento de Jackson, sin imaginar que esa noche se volvería inolvidable.
La música sonaba suave, las luces tenues creaban una atmósfera íntima que poco a poco se volvió eléctrica. Entre risas, miradas cargadas de deseo y susurros cómplices, la tensión sexual comenzó a crecer. Andrés tomó mi mano y me acercó a él, mientras Walter acariciaba mi espalda con una mezcla de ternura y urgencia. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza y cómo sus manos exploraban mi piel con delicadeza y pasión.
Nos desnudamos lentamente, disfrutando del calor de nuestros cuerpos y de la cercanía que nos envolvía. Jackson me tumbó en la cama y comenzó a penetrarme suavemente, marcando un ritmo firme pero cuidadoso que despertaba en mí sensaciones nuevas y desconocidas. Walter me acariciaba y besaba con pasión, recorriendo cada rincón de mi cuerpo y provocando oleadas de placer que me hacían gemir y perder el control.
La combinación de sus movimientos, sus susurros y sus gemidos creó una sinfonía perfecta de entrega y deseo. Sentí que me abandonaba a ellos sin reservas, descubriendo nuevos límites y sensaciones que jamás pensé experimentar. Entre risas, susurros y caricias, compartimos momentos de confianza y entrega que marcaron nuestras vidas para siempre.
Cuando finalmente nos corrimos juntos, el mundo pareció detenerse. Exhaustos, felices y unidos por esa experiencia única, supimos que esa noche sería el inicio de una nueva etapa llena de pasión, descubrimiento y conexión profunda. Desde entonces, nuestra relación cambió para siempre, y cada encuentro es una celebración del placer compartido y la entrega sincera.