Me llamo Emilia, tengo 21 años, y estudio Filología en una universidad privada. Siempre fui la típica estudiante aplicada, de gafas, callada, responsable. Nunca imaginé que mi lado más salvaje lo descubriría gracias a Samantha, mi compañera de clase. Ella era lo opuesto a mí: desinhibida, tatuada, con una sonrisa traviesa que parecía decir “sé lo que estás pensando”. Compartíamos varias materias, pero fue en una tarea de Lingüística que nuestras lenguas se soltaron… literalmente.
Quedamos de vernos en su departamento para terminar el trabajo. Samantha me abrió la puerta en short y top, sin sostén, descalza y con el cabello suelto. El lugar olía a incienso y deseo. “¿Lista para estudiar?”, dijo sonriendo. Me senté en el sofá, intentando no mirar su cuerpo, pero ella se sentó demasiado cerca. “¿Te molesta si me pongo cómoda?”, preguntó mientras se quitaba el top. Me quedé muda. “¿Te distraigo?”, dijo acercando su boca a mi cuello. “No te muevas, Emi. Solo siente.”
Sus labios me besaron el cuello con lentitud. Me derretía. Me tomó de la mano y la llevó hasta su pecho, guiándome. “Tócame. No tengas miedo.” Me empujó suavemente contra el sofá, bajó mis pantalones y comenzó a besarme por todo el vientre. Cuando llegó a mi centro, me miró desde abajo y dijo: “Relájate, nena. Hoy vas a aprender más que conjugaciones.”
Su lengua se deslizó entre mis labios como si supiera exactamente dónde presionar. Lamía suave, luego profundo, jugando con mi clítoris hasta hacerme gritar. Me sujetaba de las piernas, marcando el ritmo, mientras me decía obscenidades al oído. Me corrí en su boca con un gemido que no sabía que era capaz de emitir. Pero no se detuvo. Siguió lamiendo, más fuerte, más rápido, llevándome a un segundo orgasmo en menos de un minuto.
Cuando finalmente paró, subió y me besó en los labios, dejándome saborear mis propios jugos. “¿Quieres aprender más mañana?” susurró. Yo solo pude asentir, aún jadeando. Desde ese día, Samantha no fue solo mi compañera. Fue mi maestra de lengua… y placer. Nuestras tareas nunca volvieron a ser aburridas.