Sumiso Bajo Sus Órdenes

 

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Me llamo Lucas, tengo 23 años, y desde que conocí a Mateo, supe que mi vida cambiaría para siempre. Mateo era mi jefe en la empresa, un hombre imponente, de voz profunda y mirada penetrante que me dejaba sin aliento. Pero lo que nunca imaginé es que esa autoridad se trasladaría a nuestra relación más íntima.

Todo comenzó una noche después del trabajo. Mateo me invitó a su departamento para “discutir algunos proyectos”. Cerró la puerta y me tomó por la cintura, acercándome con fuerza. “Hoy aprenderás a obedecer, Lucas.” Su voz era firme, sin lugar a dudas. Me empujó contra la pared y comenzó a besarme con pasión, su lengua explorando cada rincón de mi boca.

Me bajó los pantalones y me arrodilló. Sacó un pequeño látigo que colgaba de su cinturón y me ató las manos con una bufanda de seda. “No te muevas hasta que yo lo diga.” Me metió su miembro en la boca, dominándome con cada movimiento, marcando el ritmo y la intensidad. Gozaba al verme rendido a sus órdenes, jadeando y suplicando más.

Después me levantó, me colocó boca abajo y comenzó a penetrarme con firmeza, controlando cada embestida. Su dominio me hacía sentir vulnerable y seguro al mismo tiempo. Me susurraba al oído palabras que me llevaban al clímax una y otra vez, hasta que caí exhausto, satisfecho y completamente suyo.

Desde esa noche, Mateo no solo es mi jefe, es el amo que gobierna mis noches y deseos.