Silencio entre estantes

 

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La biblioteca universitaria estaba casi vacía. Era de noche y la mayoría de los estudiantes ya se había marchado. Solo quedaban unos pocos, desperdigados entre las mesas de estudio. Yo buscaba un libro en la sección de literatura cuando escuché pasos suaves acercándose.

Era Martina, una compañera de clase. Llevaba gafas y un suéter holgado, pero su falda corta dejaba ver sus piernas. —¿También estudiando hasta tarde? —preguntó con una sonrisa.

Nos sentamos juntos en una mesa apartada. La conversación empezó sobre el examen, pero sus miradas largas decían otra cosa. De pronto, su rodilla rozó la mía y no se apartó.

Me incliné para besarla. Fue un beso suave al principio, pero pronto nuestras lenguas se entrelazaron con hambre contenida.

Nos movimos discretamente hacia un rincón entre estantes altos, donde nadie podía vernos. Martina se apoyó contra la estantería, y mis manos recorrieron su cintura.

Le levanté la falda, encontrando su ropa interior ya húmeda. Mis dedos la acariciaron, y ella ahogó un gemido mordiéndose el labio.

Me arrodillé y comencé a lamerla lentamente, saboreando cada reacción. Sus manos se aferraban a los libros para mantener el equilibrio.

Su primer orgasmo llegó rápido, y su respiración agitada llenó el silencio de la biblioteca.

Me levanté y la penetré despacio, cuidando que cada movimiento fuera profundo pero silencioso.

Martina cerró los ojos, moviendo sus caderas al ritmo, tratando de no dejar escapar sonidos.

La giré para tomarla por detrás, con sus manos apoyadas en la estantería. El roce de su piel contra los libros me encendía aún más.

Su segundo orgasmo la hizo apretarme con fuerza, y yo estaba al límite.

Me derramé en ella, conteniendo un gemido. Nos quedamos abrazados unos segundos, escuchando el leve zumbido de las luces.

Martina se acomodó la ropa y sonrió: —Creo que encontré mi rincón favorito para estudiar.

Volvimos a la mesa como si nada hubiera pasado, pero nuestras miradas guardaban el secreto.