Mi Primera Vez Fue Con Un Desconocido Afrodescendiente
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Siempre fui tímida, de esas chicas que observan desde la esquina en las fiestas. Nunca me había acostado con nadie. Ni siquiera me había besado con un chico de verdad. Pero esa noche, en casa de una amiga, algo cambió. Él estaba allí: alto, piel oscura como la noche, ojos intensos, sonrisa segura. Lo llamaban Malik. Era mayor que yo, y cada vez que pasaba cerca, mi cuerpo reaccionaba solo.
Me encontró sola en la cocina, bebiendo nerviosa. “¿Estás bien?”, preguntó con esa voz grave que parecía acariciar mis oídos. Solo asentí. Me acarició el brazo, lento. “Si no te molesta, quiero quedarme contigo un rato.” Me sentí protegida… pero también completamente vulnerable. Me llevó a una habitación vacía del segundo piso. Cerró la puerta. Me besó. Su boca era suave, sus labios gruesos, sus manos firmes.
Me quitó la blusa con una calma dominante. Bajó mi pantalón, y cuando se arrodilló frente a mí, besando mis muslos, creí que iba a desmayarme. Me abrió lentamente, y comenzó a lamerme con una maestría que jamás imaginé. Me corrí en su boca, fuerte, arqueando el cuerpo, temblando. “¿Estás lista?”, me preguntó. Y entonces la vi: su polla era enorme, oscura, gruesa. Me asusté… pero lo deseaba con locura.
Me puso de espaldas, me besó la nuca y me lo metió despacio. Grité. No de dolor, sino de sorpresa por lo llena que me sentía. Empezó a moverse, con fuerza y ritmo, sujetándome de la cintura, clavándomela con cada embestida. Me follaba como si mi cuerpo le perteneciera. Me vine tres veces, mojando sus muslos, llorando de placer. Cuando él acabó dentro de mí, caliente y profundo, sentí que había nacido de nuevo.
No sé ni su número… pero desde ese día, todas mis fantasías comienzan con un hombre como él. Negro, dominante, y capaz de hacerme sentir mujer con una sola mirada.