Mi Primera Vez Fue con el Amigo de mi Hermano

 

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Tenía 19 años y aún no había estado con nadie. No por falta de oportunidades, sino porque simplemente no quería que mi primera vez fuera con alguien cualquiera. Pero todo cambió el verano en que Andrés, el mejor amigo de mi hermano, vino a pasar unos días a casa. Tenía 32 años, tatuajes en los brazos, barba rala, y una forma de caminar que me hacía temblar desde que tenía uso de razón. Siempre fue amable conmigo, pero ese verano, su forma de mirarme cambió.

Una noche, mientras mi hermano dormía, me levanté para tomar agua. Andrés también estaba en la cocina, sin camiseta, en shorts, con el cuerpo mojado por la ducha reciente. Me miró fijamente y dijo: “Te has convertido en una mujer…” No supe qué decir. Solo lo miré, deseándolo con cada poro. Me acerqué sin hablar. Él se inclinó, me tomó por la cintura y me besó.

El beso fue suave al principio, pero cargado de años de deseo oculto. Me levantó en brazos, en silencio, y me llevó hasta el sofá. Me quitó la camiseta lentamente, como si abriera un regalo. “¿Estás segura?”, me preguntó. Asentí. Me besó el cuello, los senos, el vientre. Bajó mis bragas con delicadeza y comenzó a besarme entre las piernas, lamiendo con ternura, pero también con hambre. Mi cuerpo se arqueó. Sentía cada movimiento, cada caricia.

Cuando me sintió lista, sacó su polla, gruesa, cálida, y la posicionó en mi entrada. Entró poco a poco, mirando mi rostro, leyendo cada gesto. Me llenó con suavidad, y luego comenzó a moverse, primero despacio, luego con ritmo firme. Yo gemía, lo abrazaba, sentía cómo mi cuerpo explotaba con sensaciones nuevas. Me vine con fuerza, agarrándome a él como si fuera mi salvación. Él me penetró más profundo hasta venirse dentro, jadeando, mordiéndome el cuello.

Después, me abrazó, me besó la frente y dijo: “No podía imaginar una primera vez más perfecta.” Desde esa noche, cada vez que mi hermano sale… Andrés vuelve a casa. Y aunque fue mi primera vez… él se ha encargado de que no sea la última.