Mi Hermano No Tan Hermano

 

Categorías:  Incesto Ficticio Sexo Oral Dominación y Sumisión Consentida

 

Cuando mamá se volvió a casar, su nuevo esposo ya tenía un hijo de su matrimonio anterior: Simón. Tenía 24 años, serio, callado, y con un cuerpo que parecía tallado en piedra. Yo tenía 19, y aunque técnicamente éramos “hermanos”, sabíamos que la sangre no nos unía… pero el deseo sí. Vivíamos bajo el mismo techo, compartíamos espacios, roces, silencios incómodos, miradas que duraban demasiado. Y lo peor: él dormía sin camisa. Y yo sin pudor.

Una noche, no podía dormir. Fui por agua y lo encontré en la cocina. Solo con pantalón de pijama. Me miró y dijo: “¿Otra vez insomnio?” Asentí. Me acerqué. Demasiado. “Quizá necesitas… otra cosa para relajarte”, susurró. Me apoyó contra el refrigerador, tomó mi rostro y me besó. Fuerte, profundo, sucio. Su lengua buscó la mía con hambre contenida. Me levantó en sus brazos y me llevó a su habitación.

Me recostó y me arrancó la ropa interior con los dientes. “Siempre quise hacer esto.” Me abrió las piernas y empezó a lamerme con desesperación, con técnica. Jugaba con su lengua, me mordía suave, me metía los dedos mientras me decía: “Gemí, no tengas miedo… mamá no está.” Me corrí temblando, mojando su cara. Sonrió, me dio la vuelta, y me alzó la cadera. Me escupió el culo, lo lamió por completo y volvió a lamer mi coño desde atrás.

Me sujetó del cabello, me hizo arrodillar, y sacó su polla Gruesa, dura, palpitante. Me la metió entera en la boca. Me usaba con ritmo, me decía que era suya, que siempre había querido hacerme esto. Lo miraba desde abajo, tragando, gimiendo. Me corrí una vez más solo de sentir su polla tan profunda. Me la metió completa y acabó en mi garganta, caliente, denso.

Nos abrazamos sin hablar. Después me susurró: “Esto nunca pasó, ¿ok?” Y sin embargo, desde ese día… vuelve a pasar. Cada noche en la que mamá duerme profundo, su no tan hijo me visita. Y yo… dejo la puerta entreabierta.