Me llamo Eiden, tengo 24 años y comparto apartamento con Fidel, un hombre de presencia imponente y una mirada muy intensa. Desde el primer día que lo vi, sentí cómo su autoridad me envolvía con tan solo una mirada, pero no fue hasta aquella noche que su dominio se hizo palpable.
Después de una cena sencilla, Fidel me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Cerró la puerta y me ordenó arrodillarme. Su voz, firme y suave a la vez, dijo: “Hoy aprenderás lo que es estar bajo mi control.”
Me bajó los pantalones y empezó a recorrer mi cuerpo con su lengua experta, dominándome con cada uno de sus movimientos. Sus manos me sujetaban cada vez con fuerza mientras su boca me hacía perder el control. “No te muevas, tu solo disfruta.”
Sus caricias y órdenes me llevaron al Extremo una y otra vez, entregado a su voluntad, descubriendo un placer que nunca había sentido. Desde ese momento, su dominio es mi mayor adicción .