Me Usó Como Su Esclava Cuando Nadie Nos Oía
Categorías: Dominación y Sumisión Consentida Relaciones Prohibidas Juegos Eróticos
Fue en la casa de campo de mis abuelos. Yo tenía 22 años, y él era mi tío por parte de madre, pero nunca tuvimos una relación cercana. Hasta ese verano. Compartíamos el mismo baño y a veces lo veía sin toalla. Era corpulento, dominante, con esa mirada que atraviesa. Empecé a provocarlo sin que lo notara mi familia: caminaba en ropa interior, me estiraba frente a él, le rozaba la pierna al pasar. Y una noche… todo estalló.
Esperé a que todos durmieran. Me metí en su habitación sin tocar. Él estaba semidesnudo, leyendo. Me miró sorprendido. “¿Perdiste algo?”, preguntó. “Sí… el miedo”, respondí. Me acerqué y me senté sobre sus piernas. Me besó con furia. Me arrancó la blusa. “Así que quieres jugar, perrita…” Me tumbó sobre la cama y ató mis muñecas con su cinturón. Estaba caliente, duro, y su polla palpitaba en mi entrepierna.
Me metió los dedos hasta el fondo, me hizo gemir fuerte, pero tapó mi boca con su mano. “Silencio, o despertarán los demás.” Luego me puso de rodillas, me tomó del cabello y me obligó a chuparle la verga. “Hazlo bien, como una mujer obediente.” Lo hice, lo adoré con la lengua, sintiendo el sabor salado de su deseo. Luego me giró, me abrió de piernas y me la metió de golpe. Grité contra la almohada.
Me folló como un animal, marcándome con nalgadas, apretándome los pezones. “Eres mía esta noche, solo mía”, repetía. Nos corrimos juntos, yo temblando, él jadeando sobre mi espalda. Me desató, me besó los labios con ternura y dijo: “Si vuelves a entrar a mi cuarto sin permiso… te haré cosas aún peores.” Desde entonces, cada noche en esa casa fue una entrega total. Y yo, encantada de ser su esclava voluntaria.