La Profesora y La Alumna en la Sala de Estudio

Soy Alma, tengo 21 años y estudio psicología. Siempre admiré a mi profesora de filosofía, la señora Estela, una mujer elegante, segura y con una presencia que imponía respeto y deseo. Una tarde, me pidió quedarme después de clase para ayudarla con unos documentos. Lo que ocurrió después cambió todo.

Estela cerró la puerta, me miró con intensidad y dijo: “Alma, tú siempre has sido una alumna especial para mí.” Se acercó y me tomó la mano. Su piel era suave, sus dedos firmes. Me besó el cuello, susurrando: “Quiero mostrarte algo más allá de los libros.”

Me tumbó en el sofá, deslizó su mano por mi pierna y me quitó la ropa lentamente. Su boca recorrió mi cuerpo con una pasión delicada, pero ardiente. Me hizo gemir al besarme el vientre y tocarme con experiencia. Cuando sus dedos entraron en mí, sentí un placer que nunca había imaginado.

Con suavidad, me penetró con su cuerpo mientras me susurraba palabras de aliento y deseo. El ritmo aumentaba, y yo me entregaba por completo. Sentía cada movimiento como una ola de placer que me llevaba más allá. Estela me hizo descubrir fantasías que creía solo existirían en mis sueños.

Al terminar, me abrazó fuerte y dijo: “Esto es solo el comienzo, Alma. Estaré aquí para guiarte en cada paso.” Desde ese día, cada sesión de estudio terminó siendo una lección de deseo y entrega.