Me llamo Scarlet, tengo 19 años y siempre fui una chica tímida y reservada, hasta que conocí a Kendra, una mujer segura y seductora que llegó a nuestra residencia universitaria Publica. Desde el primer instante que la vi, su mirada me cautivó y despertó en mí un deseo que nunca antes había sentido por una mujer.
Una noche, después de una fiesta, Kendra me invitó a su habitación. Cerró la puerta con suavidad y comenzó a besarme con una pasión que me dejó sin aliento. Sus labios recorrieron mi cuello, mis hombros y descendieron hasta mis senos, acariciando cada rincón con ternura y deseo.
Me desnudó lentamente y me tumbó en la cama, explorando mi cuerpo con sus manos expertas y su lengua delicada. Cada caricia me hacía temblar, cada beso me volvía loca de placer. Cuando sus labios llegaron a mi entrepierna, sentí una oleada de sensaciones que me hicieron gemir y entregarme por completo.
Susurrándome palabras dulces y sensuales, me guió a través de un viaje de placer y descubrimiento. La conexión que sentí con ella era única, profunda y transformadora. Cada toque, cada beso, era una invitación a abrirme y confiar, a dejar atrás miedos y prejuicios para disfrutar plenamente de mi despertar sexual.
Desde esa noche, supe que juntas descubriríamos un mundo lleno de fantasías, pasión y amor que jamás olvidaré.