Éramos tres amigos inseparables durante nuestro último año en la universidad: Paulina, Jairo y yo. Desde hacía tiempo, la tensión sexual entre nosotros era palpable, pero ninguno se atrevía a romper el hielo. Todo cambió una noche después de una fiesta en la residencia estudiantil, cuando terminamos solos en el departamento de Paulina.
La música suave y las luces tenues crearon un ambiente cargado de promesas. Paulina comenzó a desnudarnos con lentitud, explorando nuestros cuerpos con una mezcla de ternura y urgencia. Nos besamos apasionadamente, intercambiando caricias que hicieron que el tiempo se detuviera.
Me tumbé en la cama mientras Paulina se sentaba sobre mí y Jairo me penetraba por detrás. La sensación de ser deseado por los dos a la vez era indescriptible. Cambiamos de posiciones, nos turnamos y nos entregamos al placer sin reservas. Gritos, risas y susurros llenaron la habitación mientras descubríamos juntos el éxtasis compartido.
Al amanecer, abrazados y satisfechos, supimos que nuestra amistad había evolucionado hacia algo mucho más profundo y apasionado.