La Noche Que Me Enseñaron el Verdadero Placer

 

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Me llamo Danny, tengo 22 años y lo que viví con mi tía Elizabeth marcó un antes y un después en mi vida. Elizabeth es una mujer madura, segura de sí misma, con una presencia imponente que me hacía sentir pequeño y a la vez deseado. Cuando mis padres se ausentaron por unos días, me quedé en su casa, sin saber que esos días serían los más intensos de mi vida.

Una noche, mientras veíamos una película, Elizabeth me llamó a su habitación. Cerró la puerta y me ordenó desvestirme lentamente. Sentí su mirada penetrante mientras obedecía sin dudar. Me ató las manos con una bufanda de seda y me hizo arrodillar frente a ella.

Sus caricias eran firmes y suaves a la vez. Me penetró lentamente, enseñándome a confiar y a entregarme sin miedo. Cada embestida era un recordatorio de su poder y de mi sumisión. Me llevó al clímax una y otra vez, susurrándome palabras que despertaban en mí sensaciones intensas y profundas.

Al amanecer, me abrazó y dijo: “Eres mío, Danny. Para siempre.” Desde esa noche, su dominio se convirtió en mi mayor placer y adicción.