Éramos tres compañeros inseparables durante el último año de universidad: Antonieta, Xavier y yo. La tensión entre nosotros había crecido desde hacía meses, pero nadie se atrevía a romper el hielo. Una noche, tras una fiesta, nos quedamos solos en el departamento de Antonieta, la más atrevida y sensual de los tres.
La música suave y las luces tenues crearon un ambiente perfecto para lo que estaba por venir. Antonieta comenzó a desnudarnos uno a uno, con caricias lentas y miradas cargadas de deseo. Me sentí vivo, liberado. Xavier me tomó de la mano y me acercó a Antonieta, que ya estaba en la cama, esperándonos con una sonrisa traviesa.
Nos besamos apasionadamente, explorando cada rincón de nuestros cuerpos. Xavier empezó a lamer los pezones de Antonieta mientras yo le acariciaba la espalda. Antonieta me miró y me susurró: "Ven, quiero que me pruebes." Me arrodillé y la lamí con delicadeza, sintiendo sus gemidos crecer en intensidad. Xavier me ayudaba a perder el control, tocándome y acariciándome con pasión.
Cuando me tocó a mí, me senté en el regazo de Antonieta, y Xavier me penetró por detrás. La sensación era indescriptible: el calor, la humedad, la fuerza de sus embestidas y la ternura de Antonieta haciéndome sentir completo. Cambiamos de posiciones, nos turnamos, nos perdimos en un mar de placer y pasión sin límites.
Acabamos exhaustos, abrazados y felices, sabiendo que habíamos vivido una noche que cambiaría nuestra amistad para siempre.