Me llamo Aitana, tengo 21 años y estudio ingeniería. Siempre fui muy aplicada, pero nunca imaginé que mi tutor, Samuel, me enseñaría tanto fuera del aula. Era un chico guapo, con una sonrisa encantadora y un toque de misterio que me atraía irremediablemente.
Una noche, después de una sesión de estudio, me invitó a su apartamento para repasar algunos conceptos. Al llegar, noté que había preparado una atmósfera especial: velas, música suave y una botella de vino. Me sentí nerviosa pero emocionada.
Samuel se acercó, me tomó la mano y dijo: “Hoy aprenderás con todos tus sentidos.” Me besó con ternura y pasión. Bajó lentamente la cremallera de mi vestido y comenzó a besar mi cuello, mis hombros y mi pecho. Me dejó sin aliento cuando bajó aún más y empezó a lamer mi entrepierna, haciendo que mis piernas temblaran de placer.
Sus manos se deslizaron por mi espalda mientras su lengua exploraba cada rincón. Me gemía al oído, diciéndome que era la estudiante más sexy que había tenido. Cuando me corrí en su boca, sentí que había aprendido una lección que nunca olvidaría.
Desde entonces, nuestras sesiones de estudio terminaron siendo momentos de pura entrega y descubrimiento.