Me llamo Corima, tengo 20 años y nunca imaginé que esa noche en la residencia cambiaría mi vida para siempre. Era una chica tímida, insegura, hasta que conocí a Ericka, una mujer llena de confianza y misterio que irradiaba sensualidad con cada mirada.
Después de una fiesta, Ericka me llevó a su habitación. Cerró la puerta con suavidad y comenzó a besarme con una pasión que me dejó sin aliento. Sus labios recorrieron mi cuello, mis hombros y descendieron hasta mis senos, acariciando cada rincón con ternura y deseo.
Me desnudó lentamente y me tumbó en la cama, explorando mi cuerpo con sus manos y su lengua, despertando sensaciones que nunca había experimentado. Me enseñó a confiar, a abrirme y a sentir el placer con intensidad. Cuando sus labios llegaron a mi entrepierna, sentí una oleada de placer que me hizo gemir y temblar.
Desde esa noche, supe que juntas descubriríamos muchos más mundos de fantasía y deseo.