La Lección Privada Que Nos Dio El Profe De Literatura

Todo empezó con una apuesta entre amigas. Estábamos en segundo semestre de Letras y teníamos al profesor más codiciado de toda la universidad: el señor Morales. Cuarenta y cinco años, divorciado, mirada intensa, y con una voz grave que hacía temblar hasta las alumnas más serias. Mi amiga Paula dijo en broma: “Deberíamos hacerle una visita fuera de clase… a ver si nos enseña algo más interesante.”

Esa frase se quedó flotando. Un viernes, después del examen final, fuimos hasta su oficina con una botella de vino. Él nos miró sorprendido. “¿Qué hacen aquí, chicas?” Paula, atrevida como siempre, se acercó y le susurró: “Vinimos por una clase privada…” Nos dejó pasar. Cerró la puerta. Y desde ese momento, supimos que todo podía pasar.

Nos sentamos en su escritorio, cruzando las piernas, mostrando más piel de lo necesario. Yo me levanté y me acerqué por detrás, besándole el cuello. Paula se sentó en su regazo. “Enséñanos a escribir... con el cuerpo.” Él no dijo nada. Solo se dejó llevar. Nos besó a ambas, con hambre contenida. Le desabrochamos la camisa, lo desnudamos lentamente. Paula se arrodilló frente a él y se la metió en la boca con elegancia, mientras yo me subía a la mesa, abriendo las piernas. Él vino hacia mí, me lamió sin pausa, con una lengua experta que sabía lo que hacía.

Nos turnamos, nos comimos, nos besamos entre nosotras mientras él nos penetraba por turnos. Me la metió por detrás mientras yo le lamía los pezones a Paula. Luego nos puso una sobre otra, follándonos con fuerza, haciéndonos gemir juntas. Fue salvaje, inolvidable, sucio… y perfecto.

Al terminar, nos dijo: “Van a aprobar con honores.” Y desde ese día, cada viernes tuvimos lecciones privadas que nunca olvidaremos.