Vivía solo desde hace años. Mi apartamento era tranquilo, ordenado y silencioso… hasta que llegó una nueva vecina al piso de al lado. Una mujer amable, elegante, madre soltera de una joven de apenas 19 años llamada Natalia. La chica era preciosa. Morena clara, cabello largo y lacio, labios carnosos, y un cuerpo de curvas firmes, aún en plena juventud. Cada vez que pasaba por el pasillo con short y camiseta apretada, sentía cómo mi deseo me traicionaba. Pero era la hija de mi vecina, me decía. No debía pensar así.
Una tarde tocaron la puerta. Era Natalia. Su madre había salido de emergencia y ella necesitaba ayuda con la lavadora. Yo Accedí. Me acompañó al cuarto de lavado, se inclinó frente a mí y noté que no llevaba brasier. Su camiseta marcaba claramente sus pezones. Yo intentaba concentrarme en explicar, pero ella no dejaba de mirarme con una sonrisa pícara. De pronto, me dijo: “¿Quieres saber por qué siempre te sonrío así?” Y sin previo aviso, me besó.
Sus labios eran suaves, pero su lengua era atrevida. Se pegó a mí, sintiendo mi erección endurecerse en segundos. Se arrodilló sin decir nada más y me bajó el pantalón. Su boca me envolvió como si hubiera nacido para eso. Me chupaba con tanta intensidad que me obligó a apoyarme contra la pared para no caer. Me miraba desde abajo, tragando cada centímetro como una experta.
La levanté, le subí la camiseta y descubrí sus senos turgentes, perfectos. La puse contra la lavadora, le bajé el short y vi su panty mojado. Lo hice a un lado y la penetré de golpe. Ella gemía con fuerza, se aferraba a mis hombros y me decía que lo había soñado desde que me vio por primera vez. La follé con fuerza, con hambre contenida. La tomé de espaldas, le di suaves nalgadas, mientras la lavadora vibraba a nuestro ritmo. Me vine dentro de ella con un gemido largo, sintiendo cómo su cuerpo se convulsionaba en el clima .
Nos vestimos rápido. Ella me dio un beso en la mejilla y dijo: “Podrías venir a enseñarme más cosas… me falta la secadora.” Desde entonces, cada vez que su madre sale, Natalia encuentra una excusa nueva para tocar mi puerta. Y yo… dejo todo por seguir enseñándole.