La Directora Me Tomó Como Suya
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Me llamo Rita, tengo 22 años, y estudio literatura en una universidad privada. Siempre he sido tímida, reservada… hasta que conocí a la directora del programa, la señora Rebeca Rivera. Tendrá unos 45 años, cabello recogido, voz firme y una presencia dominante que hacía que todos se cuadraran al verla. Yo la admiraba en silencio, pero jamás imaginé lo que me tenía preparado.
Una tarde, me citó en su oficina con la excusa de “revisar mi ensayo”. Entré nerviosa, y ella me recibió con una copa de vino y una mirada que no era profesional. Cerró la puerta, se acercó, y me tomó el mentón. “Rita, he leído tu ensayo… y hay deseo en tus palabras. ¿Lo sabes?” No supe qué responder. Me temblaban las piernas. “¿Confías en mí?” Asentí.
“Quítate la blusa,” ordenó con voz suave pero firme. Dudé, y ella agregó: “Esto es voluntario… pero si lo haces, te enseñaré cosas que no están en los libros.” Lentamente me desnudé. Se acercó por detrás, me acarició los senos y me susurró: “Desde ahora, soy tu guía… y tú, mi sumisa.”
Me vendó los ojos con una cinta de seda y me hizo arrodillar sobre una alfombra mullida. Comenzó a besarme el cuello, los hombros, hasta llegar a mis pezones, que lamía con una delicadeza eléctrica. Luego me hizo tumbar boca arriba y se colocó sobre mí, acariciándome entre las piernas mientras murmuraba órdenes suaves: “No te muevas… ahora gime… abre más…”
Me hizo llegar al orgasmo solo con su lengua y sus palabras. Cada orden que daba me hundía más en el placer. Me sentía suya… obediente, entregada, deseando complacerla en todo. Cuando terminamos, me vistió lentamente, me besó la frente y dijo: “Nos veremos aquí… cada viernes. Y esta vez, leerás con el cuerpo.”