Kilómetros de placer

 

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La carretera estaba vacía y el cielo empezaba a oscurecer. Conducía hacia la ciudad cuando recibí un mensaje de Laura: “Voy contigo, ya casi llego”. Minutos después, la vi acercarse en un auto deportivo. Sonreía mientras se bajaba y caminaba hacia el mío.

Se subió al asiento del copiloto, con un vestido corto y una chaqueta ligera. Apenas cerró la puerta, me besó con fuerza. El aroma de su perfume llenó el coche.

—No aguanto hasta llegar —dijo, desabrochando su cinturón de seguridad y subiéndose a horcajadas sobre mí.

El coche estaba estacionado en un área solitaria, así que me dejé llevar. Sus labios recorrieron mi cuello mientras sus manos bajaban por mi pecho.

Se inclinó y desabrochó mi pantalón, liberando mi erección. Su boca me envolvió de inmediato, moviéndose con un ritmo delicioso.

Mis manos acariciaban su cabello, guiándola suavemente. El calor en el habitáculo aumentaba, y el sonido de su lengua contra mi piel me enloquecía.

La detuve y la coloqué de espaldas en el asiento. Aparté su ropa interior y la lamí con ganas, sintiendo cómo su respiración se volvía más rápida.

Su primer orgasmo llegó rápido, con sus piernas apretando mi cabeza y un gemido que llenó el coche.

Sin perder tiempo, me puse sobre ella y la penetré, moviéndome con fuerza. El asiento crujía bajo nuestros movimientos.

Laura me rodeó con las piernas y sus uñas se clavaron en mi espalda. La mezcla de deseo y urgencia hacía que cada embestida fuera más intensa.

La giré para que se apoyara sobre el capó del coche. La tomé por detrás, mientras la brisa nocturna acariciaba nuestra piel.

Su segundo orgasmo la hizo temblar por completo, arqueando la espalda y soltando un gemido que se perdió en el aire.

Yo seguí hasta sentir que no podía más. Un último impulso y me derramé en ella, respirando agitado.

Nos quedamos apoyados en el coche, recuperando el aliento. Laura se acomodó la ropa y me besó suavemente.

—Creo que necesitamos más viajes así —dijo con una sonrisa traviesa.

Subimos de nuevo al coche y retomamos la carretera, con una tensión eléctrica que prometía repetirse pronto.

La noche nos envolvía, y cada kilómetro parecía acercarnos a una nueva aventura.