Desde el primer día en la universidad, sentí una conexión especial con Lisbeth. Sus ojos brillaban con una mezcla de inocencia y picardía, y su sonrisa tímida me desarmaba. Compartíamos largas tardes estudiando, charlando y compartiendo secretos que solo nosotras entendíamos.
Una noche, mientras estudiábamos en su habitación, la lluvia caía suavemente, creando un ambiente íntimo y acogedor. Nuestros labios se encontraron en un beso dulce que pronto se volvió una danza apasionada. Nos desnudamos lentamente, explorando cada rincón del cuerpo de la otra con ternura y deseo.
Sus caricias me hacían estremecer, y sus suspiros llenaban la habitación. Nos entregamos al placer compartido, descubriendo juntas nuevas sensaciones y fortaleciendo un vínculo que iba más allá de lo físico. Despertamos abrazadas, con la certeza de que nuestro amor apenas comenzaba.