Desde el primer día en la universidad, sentí una conexión especial con Eliana. Su sonrisa tímida y sus ojos llenos de vida despertaron en mí emociones que nunca había sentido. Compartíamos horas de estudio en la biblioteca, largas caminatas y confidencias bajo el sol. Poco a poco, la amistad se transformó en algo más profundo y delicado.
Una tarde, mientras estudiábamos juntas en su habitación, la lluvia golpeaba suavemente las ventanas. Sin darnos cuenta, nuestras miradas se cruzaron con una intensidad nueva. Eliana se acercó y me tomó la mano, acercando sus labios a los míos. El primer beso fue tímido, dulce, pero lleno de promesas. La pasión fue creciendo, y nos desnudamos lentamente, explorando cada rincón del cuerpo de la otra con ternura y deseo.
Sus caricias me hacían estremecer, sus suspiros eran música para mis oídos. Con cada beso, cada roce, descubríamos juntas el placer y la complicidad. La noche se convirtió en un viaje de descubrimiento y amor, sellando un lazo que ninguna de las dos olvidaría jamás.