En Sus Manos: La Entrega Absoluta

 

Categorías:  Dominación y Sumisión Consentida Juegos Eróticos Mujeres Maduras

 

Desde el momento en que crucé la puerta de su apartamento, supe que esa noche cambiaría mi vida para siempre. Él, un hombre de 45 años, elegante y seguro de sí mismo, me esperaba con una mirada penetrante que me desarmaba por completo. Yo, apenas 22 años, lleno de deseos, ansioso por entregarme a ese juego de poder y placer que tanto había imaginado en secreto.

La habitación estaba iluminada con luces cálidas, velas aromáticas y una música suave que llenaba cada rincón. Me pidió que me desnudara lentamente, y con cada prenda que caía sentía cómo crecía la tensión entre nosotros. Sus manos, firmes pero delicadas, recorrieron mi piel, despertando cada centímetro de mi cuerpo. Me tomó del cuello y me besó con una pasión contenida, mientras me susurraba: “Esta noche serás mío. Harás todo lo que te pida y disfrutarás cada segundo.”

Me ató las muñecas con suaves esposas de cuero, una mezcla de placer y anticipación recorrió mi cuerpo. Me besó el cuello, descendió por mi pecho hasta llegar a mis pezones, que mordisqueó con delicadeza. Sus caricias alternaban entre la ternura y la firmeza, guiándome hacia un estado de sumisión absoluta. Cada palabra que pronunciaba era una orden y una promesa, y yo estaba dispuesto a obedecer sin cuestionar.

Cuando finalmente me penetró, la sensación fue abrumadora. Su ritmo era constante y decidido, cada embestida una muestra de su dominio y mi entrega. Me ordenaba quedarme quieto, a no moverme hasta que él lo permitiera, y yo obedecía, completamente rendido a su voluntad. Sus gemidos y susurros llenaban la habitación, creando una atmósfera de éxtasis y poder que nos envolvía por completo.

Horas más tarde, exhaustos y satisfechos, nos quedamos abrazados en silencio. Su aliento cálido acariciaba mi piel mientras me susurraba al oído: “Eres mío, y siempre lo serás.” Y en ese instante, supe que había encontrado mi lugar, mi refugio en sus manos.