Ella Me Invitó a Su Casa Y Terminamos Siendo Tres
Categorías: Tríos Mujeres Maduras Dominación y Sumisión Consentida
La conocí en una tienda de lencería. Se llamaba María, tenía 39 años, cabello castaño, labios carnosos y una mirada de esas que lo dicen todo. Yo solo quería comprarle algo a mi novia, pero María me atendió con una sonrisa tan atrevida que terminé dándole mi número. Me escribió esa misma noche: “¿Te gustaría ver cómo una mujer de verdad se divierte?” Y así empezó todo. Me citó en su casa un sábado por la noche. Vestía una vestido corto de seda… sin nada debajo.
Me ofreció vino, charlamos un poco, y de pronto me besó. Me tomó del cuello, metió su lengua en mi boca y bajó su mano directo a mi entrepierna. “No te voy a preguntar si quieres… ya lo sé.” Me llevó al sillón, se sentó sobre mí y comenzó a frotarse sin quitarme el pantalón. Estaba caliente, empapada. “Pero falta alguien más”, dijo. Toqué el cielo cuando vi llegar a su amiga: una morena de curvas salvajes, con tatuajes y ropa ajustada. “Él es el juguete de esta noche”, dijo María con voz traviesa.
Me desvistieron entre las dos, me besaban por turnos, se lamían entre ellas mientras me masturbaban. Me lo peleaban con la boca, turnándose para chuparme hasta dejarme sin aliento. Luego María se sentó sobre mi cara, mientras la otra me cabalgaba fuerte, gimiendo sin pudor. Estaba atrapado entre dos cuerpos calientes, suaves, hambrientos. Me venía dentro de una, la otra me limpiaba con la lengua y volvían a empezar.
Terminamos sudados, jadeantes, desnudos sobre la alfombra. María me miró con picardía: “Esto fue solo una probadita, cielo… tenemos más amigas que quieren jugar.” Desde esa noche, los sábados dejaron de ser aburridos. Y yo, feliz, sigo siendo el juguete compartido de ese grupo de mujeres que saben exactamente cómo domar a un hombre con placer.