Ella Me Dominó En El Vestidor Del Gimnasio

 

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Siempre iba al gimnasio por la mañana, cuando había poca gente. Pero ese día, ella estaba ahí: Mariuxi. Cuarenta y pocos años, piernas torneadas, busto generoso, mirada intimidante. Siempre vestía ropa deportiva ajustada, sin miedo a mostrar su cuerpo. Me observaba mientras hacía sentadillas, y yo, con cada serie, sentía su mirada clavarse entre mis muslos.

Al terminar, fui al vestidor. Estaba vacío. O eso creí. Entré a las duchas, me quité la ropa, cerré los ojos bajo el agua caliente… hasta que sentí una mano en mi cintura. Me giré sobresaltado. Era ella, completamente desnuda. “Te gusta que te miren, ¿no?” dijo, mientras su mano bajaba directo a mi pulla, ya dura. No pude responder. Me empujó contra la pared y comenzó a lamerme el pecho, el cuello, hasta llegar a mis pezones. Me los mordió, y luego bajó con lentitud diabólica.

Se arrodilló en el piso mojado y me la metió en la boca como una diosa. Me miraba desde abajo, moviéndose con ritmo perfecto. Luego se levantó, se giró, apoyó las manos en la pared y me dijo: “Hazlo, pero hazlo como si me odiaras.” La penetré con fuerza, sin piedad. El eco de sus gemidos llenaba el vestidor. El agua caía sobre nosotros como lluvia de pecado. Le agarré el cabello y se lo jalé con fuerza. “Más fuerte, nene…”

Nos corrimos al mismo tiempo. Fue brutal. Intenso. Al terminar, se volvió a mí y me besó los labios con lengua. “Nos vemos mañana… misma hora.” Desde entonces, cada mañana en el gimnasio dejó de ser rutina… y se convirtió en perversión con aroma a sudor y deseo.