Me llamo Litzy, tengo 20 años y siempre fui una chica tímida y reservada, hasta que conocí a Shirley, una mujer segura y apasionada que llegó a nuestra residencia universitaria. Desde el primer momento, su mirada me desarmó y despertó en mí deseos que nunca antes había sentido.
Una noche, después de una fiesta, Shirley me invitó a su habitación. Cerró la puerta y comenzó a besarme con una intensidad que me dejó sin aliento. Sus labios recorrieron mi cuello, mis hombros y descendieron hasta mis senos, acariciando cada rincón con ternura y deseo.
Me desnudó lentamente y me tumbó en la cama, explorando mi cuerpo con sus manos y su lengua, despertando sensaciones profundas y placenteras. Me enseñó a confiar, a abrirme y a sentir el placer con una intensidad que me hizo gemir y temblar.
Desde esa noche, supe que juntas descubriríamos muchos más mundos de fantasía y deseo, y que mi despertar sexual había comenzado de la mano de aquella mujer que me conquistó el alma y el cuerpo.