El Rector Me Folló en su Oficina

 

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Estudiar becada en una universidad privada tiene sus sacrificios. Soy Violeta, 21 años, estudiante aplicada, pero con una debilidad: el poder. Y el rector de la universidad, el Dr. Salcedo, es el hombre más autoritario y atractivo que he conocido. Alto, elegante, de voz grave y mirada dura. Siempre me ponía nerviosa, hasta que un día me llamó a su oficina.

Me senté frente a él, intentando mantener la compostura. Me dijo que mis calificaciones eran impecables, pero que sospechaba que yo era “más que una buena estudiante”. Me sonrojé. “¿Te molesta que alguien te observe con deseo?” — preguntó. No respondí. Me acerqué al escritorio. “¿Y si lo deseo yo también?”

Me tomó de la cintura, me giró y me inclinó sobre su escritorio de madera. Me subió la falda y bajó lentamente mi ropa interior. Su lengua jugó con mi humedad durante minutos eternos, haciéndome arquear de placer. Me susurraba: “Eres tan obediente... tan perfecta.” Luego me penetró con fuerza, mientras me sujetaba del cuello y sus caderas chocaban contra mi trasero sin parar.

El sonido de los libros cayendo, nuestros jadeos, el crujir del escritorio... todo fue una sinfonía del pecado. Me corrí dos veces mientras él me follaba como si fuera suya desde siempre. Al terminar, me subió la falda, me besó el cuello y dijo: “Ven todos los viernes. Este es tu nuevo horario de tutorías.”

Desde ese día, la oficina del rector se convirtió en mi aula favorita… donde aprendo con el cuerpo, no con libros.