Me llamo Kevin, tengo 24 años y nunca me había acostado con un hombre… hasta que conocí a Francisco el novio de mi hermano mayor. Desde el primer momento, su mirada me hizo sentir algo que no sabía cómo procesar. Era simpático, viril, de barba cerrada y con unos labios que me quitaban el aliento. Al principio, pensé que solo era admiración. Pero un día, todo cambió.
Mi hermano había salido de viaje y Francisco se quedó en casa a cuidar al perro. Esa noche, compartimos unas cervezas y empezamos a hablar de la vida. El ambiente se volvió tenso. Él se acercó, me miró fijo y dijo: “¿Nunca te has preguntado qué se siente con otro hombre?” No tuve tiempo para responder. Me besó con fuerza. Yo debería haberlo rechazado… pero mi cuerpo reaccionó antes que mi mente.
Me llevó al sofá y se arrodilló entre mis piernas. Bajó mi pantalón sin decir una palabra. Cuando su boca envolvió mi erección, sentí un placer tan intenso que no pude evitar gemir. Su lengua jugaba con cada rincón, succión profunda, caricias firmes. Me miraba desde abajo mientras me devoraba como si me hubiera deseado desde siempre. Me corrí en su boca y él no paró hasta tragar cada gota.
Después se limpió los labios, me besó de nuevo y dijo: “Esto se queda entre nosotros.” Desde entonces, cada vez que mi hermano se va… Francisco vuelve. No soy su pareja, ni su amante. Solo soy su secreto… y su adicción.