El Guardia del Condominio

 

Categorías:  Gay Fantasías Sexuales Sexo Anal

 

Me llamo Jesús, tengo 26 años, y hace un tiempo vivía en un condominio tranquilo en las afueras de la ciudad. Nunca imaginé que entre mis fantasías más escondidas estaría alguien como Víctor, el guardia nocturno. Hombros anchos, barba cerrada, tatuajes ocultos bajo el uniforme y una forma de mirarte que te dejaba inmóvil. Durante semanas nos cruzamos con miradas que decían mucho más que “buenas noches”.

Una madrugada sin electricidad, mientras caminaba por el pasillo con una linterna, me encontré con él junto a la caseta. Me ofreció pasar un rato allí, “por seguridad”. Cerró la puerta detrás de mí. “¿Seguro que no te da miedo la oscuridad?” preguntó. Le respondí que lo único que me asustaba era no saber lo que pasaría si me acercaba más…

Lo hice. Y él también. Me tomó del cuello con suavidad y me besó. Fue rudo, intenso, como si lo hubiera deseado tanto como yo. Me giró con una mano firme y me empujó suavemente contra la pared. Bajó mi pantalón y escupió entre mis nalgas. “¿Tu primera vez por acá?” susurró. Asentí, jadeando. “Entonces relájate… porque te voy a enseñar cómo se hace.”

Me preparó con sus dedos primero, paciente, pero dominante. Luego me penetró de una sola embestida que me hizo gemir fuerte. Comenzó a moverse con ritmo, sujetándome de la cadera, diciéndome cosas sucias al oído. “Eres mío esta noche. Solo mío.” Sentía su cuerpo chocando contra el mío, su respiración en mi nuca, su lengua rozando mi oreja mientras me empujaba más profundo.

Cuando me corrí, ni siquiera me había tocado. Fue su dominio, su fuerza, su voz, lo que me hizo explotar. Al terminar, me dio una palmada en la nalga y dijo: “Cada noche, a esta hora… si te atreves.” Desde entonces, esperé cada apagón con el corazón latiendo en la garganta… y el cuerpo listo para obedecer.