Me llamo Eliana, tengo 19 años y siempre había sentido curiosidad por lo que se escondía detrás de las puertas cerradas de la habitación de mi hermana mayor, Sandra. Era una mujer hermosa, segura y con un aura que me atraía más de lo que quería admitir.
Una noche, mientras mis padres estaban fuera, Sandra me invitó a pasar tiempo con ella en su cuarto. Lo que empezó como una charla se volvió una experiencia que cambió mi vida para siempre. Cerró la puerta y me miró con una mezcla de deseo y ternura.
Me desnudó lentamente, acariciándome con suavidad, y me hizo sentir cosas que nunca había experimentado. Su lengua exploró mi cuerpo con una delicadeza que me hizo perder la noción del tiempo. Cada beso, cada caricia, me llevó a un mundo de fantasías y placer.
Cuando por fin me lamió y me hizo llegar al clímax, sentí que mi despertar sexual había comenzado, y que ella sería la única capaz de guiarme en ese viaje.