Me llamo Matilda, tengo 20 años y hasta hace poco nunca había sentido una atracción tan intensa por otra mujer. Pero todo cambió cuando conocí a Noah, una chica segura, apasionada y llena de misterio que llegó a nuestra residencia universitaria. Desde el primer instante, su mirada me cautivó y despertó en mí un deseo que nunca antes había experimentado.
Una noche, después de una fiesta, Noah me invitó a su habitación. Cerró la puerta suavemente y comenzó a besarme con una pasión que me dejó sin aliento. Sus labios recorrieron mi cuello, mis hombros y descendieron hasta mis senos, acariciando cada rincón de mi piel con ternura y deseo.
Me desnudó lentamente y me tumbó en la cama, explorando mi cuerpo con sus manos expertas y su lengua delicada. Cada caricia me hacía temblar, cada beso me volvía loca de placer. Cuando sus labios llegaron a mi entrepierna, sentí una oleada de sensaciones que me hicieron gemir y entregarme por completo.
Desde esa noche, supe que juntas descubriríamos un mundo lleno de fantasías, placer y pasión que jamás olvidaré.