El Cuarto de Huéspedes y los Gemidos Prohibidos
Categorías: Fantasías Sexuales Incesto Ficticio Sexo Oral
Mi prima Valentina vino a pasar unos días en casa mientras buscaba departamento. Tenía 26 años, curvas en el lugar perfecto, tatuajes discretos y una forma de hablar que te dejaba pegado a cada palabra. Compartíamos pasillos, cafés por la mañana, y de noche… habitaciones contiguas. Desde el primer día noté que dormía sin sujetador, con camisetas ajustadas, y que cuando se estiraba en la cocina, lo hacía de una forma descaradamente deliciosa.
Pero fue la tercera noche cuando todo cambió. Me desperté alrededor de las 2:00 a.m. por un sonido suave, húmedo… gemidos. Provenían de su cuarto. Me acerque silenciosamente a la puerta apenas entreabierta, y lo que vi me dejó sin aliento: Valentina estaba desnuda sobre la cama, masturbándose con los ojos cerrados, con los dedos empapados y el cuerpo arqueado. Sus gemidos eran bajos, intensos… y mi nombre escapó de sus labios.
No pude contenerme. Entré sin hacer ruido. Ella abrió los ojos y no se sobresaltó. Solo me miró, con los dedos aún dentro de sí. “¿Te gusta mirar?”, dijo con una sonrisa sucia. Me acerqué, tomé su mano y lamí sus dedos. Estaban dulces, calientes. Me acosté a su lado. Ella tomó mi polla por encima del pantalón, ya dura, palpitando. La sacó y empezó a masturbarme mientras yo acariciaba su clítoris con lentitud, sintiendo cómo se mojaba aún más.
Me pidió que me pusiera entre sus piernas. Bajé sin dudar. Mi lengua la recorrió completa. Jadeaba, se retorcía, me tomaba del cabello y gemía mi nombre una y otra vez. Le metí los dedos mientras la devoraba como un manjar prohibido. Se vino gritando, y mientras aún se sacudía del placer, tomó mi polla y la chupó entera, con desesperación. Me corrí en su boca mientras me miraba con esos ojos llenos de lujuria.
Desde esa noche, el cuarto de huéspedes ya no fue usado para dormir. Cada madrugada, los gemidos son compartidos. Y aunque seguimos llamándonos “primos” delante de todos… en la intimidad, nos comportamos como lo que somos: adictos el uno al cuerpo del otro.