Castigo Privado en la Sala de Profesores
Categorías: Universitarias Dominación y Sumisión Consentida Sexo Oral
Soy Tatiana, tengo 19 años y estudio en una universidad privada donde las reglas lo son todo. Siempre fui la alumna modelo… hasta que algo en mí cambió. Empecé a llegar tarde a clases, a desafiar las normas, a mirar con descaro al profesor Valdez, uno de los más respetados de la universidad . Tenía unos 40 años, mirada dura, barba bien cuidada y una voz que me hacía temblar desde el primer día. Pero fue su autoridad lo que me encendía más.
Una tarde me llamó a su oficina. Me había visto susurrar, masticar chicle y distraer a los demás. Me cerró la puerta, me pidió que me sentara… y me miró fijo y dijo. “¿Así se comporta una futura profesional?”. En lugar de disculparme, le sostuve la mirada y le respondí: “Depende de quién me esté evaluando”. Se acercó lentamente, tomó mi mentón y me dijo: “Vamos a ver si entiendes el verdadero significado de disciplina”.
Me hizo inclinar sobre el escritorio y me levantó la falda sin previo aviso. Llevaba un hilo dental rosa. Él lo corrió a un lado y deslizó sus dedos entre mis labios húmedos, explorándome con precisión. Jadeé, pero no me moví. Su lengua bajó hasta mi clítoris, y comenzó a lamerme como si fuera un postre que llevaba tiempo esperando. Cada movimiento era calculador, castigador y delicioso. Me mordí los labios para no gemir en voz alta.
Luego se puso de pie, bajó sus pantalones y sacó una polla gruesa, venosa, que comenzó a frotar contra mi entrada. Me penetró de golpe, fuerte, haciéndome gemir con rabia y deseo. Me sujetaba de la cintura y me decía cosas sucias al oído mientras me embestía sin piedad. Cambiamos de posición: me hizo arrodillarme, abrir la boca, y me la metió entera hasta que mis lágrimas bajaban solas del placer mezclado con dominación. Me vino en la boca, y me hizo tragar sin dejar de mirarme.
Me ayudó a arreglarme y me dijo: “Mañana tendrás una evaluación oral… asegúrate de prepararte bien”. Desde entonces, lo visito cada semana en la sala de profesores, donde nadie sospecha que lo único que me interesa… es reprobar de nuevo.